Parte de guerra - Edlef Köppen

Fueron muchos los idealistas, y no pocos los intelectuales y creadores, que, en 1914, se dejaron llevar ingenuamente, no solo por consignas patrióticas, sino también por un supuesto carácter purificador de la guerra, llegando a simpatizar con ella algunos e incluso a alistarse voluntariamente otros, en busca de una regeneración personal y social que, al cabo, no consiguieron encontrar en los campos de batalla, en los que sólo era posible asistir a la mayor de las carnicerías imaginadas por el hombre hasta el momento. Y uno de aquellos fue Edlef Köppen (Genthin, 1893 – Giessen, 1939), cuyas vivencias a lo largo del conflicto, publicadas en forma de novela en 1930, le llevaron a un psiquiátrico hacia el final del mismo, transformándolo a la postre en un convencido pacifista. LEER MÁS

Y al igual que Köppen, su alter ego en la novela, Adolf Reisiger, voluntario de 21 años, será testigo y parte activa de aquel conflicto de principio a fin, participando, como miembro de un Regimiento de Artillería de Campaña, en batallas cruciales como la del Somme (más de un millón de bajas entre los dos bandos) o la del Maine de 1918, y sufriendo tanto una impresionante carga de caballería aliada, como la destrucción completa de su propia Compañía. Y de fondo, aun en los pocos momentos de calma, el retumbar de los cañones en la lejanía, como un trueno constante.

Pero desde las trincheras alemanas también se asistió al estreno de dos nuevas armas letales: una el gas, cuyos efectos puede comprobar Reisiger mientras atraviesa un silencioso y muerto bosque con su máscara, y la otra el tanque, ingenio británico aun por desarrollar pero cuya aparición supuso una nueva carga para la sufrida infantería.

De esa forma, el ascenso de Reisiger en el escalafón no puede dejar de ir en paralelo a su progresivo desengaño, si, además, se ve inmerso en escenas de confraternización entre alemanes y rusos en el Frente Oriental, en las que, al salir de las trincheras, “los ‘enemigos’ se han convertido de repente en seres humanos”; e incluso su toma de conciencia le puede hacer compartir el texto de un panfleto lanzado desde aviones franceses en el que se pregunta: “¿cuándo vamos a concluir esta eterna matanza por la megalomanía de los Hohenzollern y de algunos grandes ricachones?”.

Especialmente reveladores son, por otra parte, los textos que Köppen va intercalando en la narración: noticias de prensa, anuncios comerciales, mezcla de patriotismo y negocio, transcripciones de intervenciones parlamentarias y de mensajes radiofónicos, así como una variedad de comunicados militares como el del Ministerio de la Guerra que alerta sobre “tendencias pacifistas de fraternidad universal que exigen intensa vigilancia”, o los del Departamento Superior de Censura dirigidos a evitar cualquier alteración del proceso alienante requerido por la guerra, o el simple cuestionamiento de la bondad de la misma.

En definitiva, un certero alegato antibelicista cuyas descripciones nos resultan tan reales y vívidas como convincentes son las imágenes y el mensaje de la magistral obra de Kubrick Senderos de gloria. Porque no hay mejor forma de impugnar radicalmente el fenómeno bélico que mostrarlo en toda su crudeza, tal como es.

Rafael Martín

FICHA DEL LIBRO

Título: El callejón de las almas perdidas | Autor: William Lindsay Gresham |Traducido por: Rosa Pilar Blanco | Editorial: Sajalin | Páginas 499 | Precio 25€ | Reseñado por Rafael Martín

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