William Blake. Un extraño en el paraíso - Justino Balboa

Esta es la biografía sobre un artista británico que, si bien vivió entre los siglos XVIII y XIX, entre la Ilustración y el Romanticismo, su vida, pensamiento y peculiarísima obra podría más bien enmarcarse en fechas más cercanas a nuestros días, posiblemente en los albores del siglo XX, quizá, o incluso en los años sesenta y setenta del siglo XX, en los que resurge la influencia de este artista polifacético.
Artista plástico y poeta, la vida de William Blake (1757-1827) osciló entre estos dos polos: la escritura y la imagen plástica, en este caso, una imagen peculiar: el grabado y la acuarela, o como mucho, el temple. Nunca llegó a pintar al óleo, y se concentró en los formatos pequeños, obviamente, debido al tipo de técnicas elegidas. LEER MÁS

Por consiguiente, Blake no fue propiamente un pintor, aunque pintara, y tampoco un escritor, aunque escribiera. Fue ambas cosas, y las sintió tan unidas que su imaginación plástica iba siempre ligada a una imagen literaria. Si Wagner lo hubiera conocido, lo habría enmarcado probablemente en lo que llamaba «arte total». Con su poesía, que asocia sonoridad e imagen, creó un mundo fantástico, de seres monstruosos y figuras de una fuerza increíble. Concebía sus dibujos/pinturas/grabados en interacción con los poemas y escritos que, o bien realizaba él mismo o utilizaba los ajenos.

Marcado desde la infancia por visiones tan vívidas que la frontera entre realidad e imaginación desaparecía, estas alucinaciones fueron fuente de inspiración constante, como lo fue la libre interpretación de los temas bíblicos y la elaboración de todo un universo mitológico centrado inversamente en la figura del mal. El mal es, para él, el principio liberador, la negación del Bien, «sin contrarios no hay progreso» ―afirma Blake― «el amor y el odio son necesarios para la existencia humana». Invierte, pues, la ética; aunque sus temas fueran bíblicos, las interpretaciones eran claramente irreverentes, primando la imaginación sobre la razón, y justamente en la época de las luces, resulta ser casi romántico.

El autor cita a Borges al afirmar que Blake fue «el menos contemporáneo de los hombres, porque en una época neoclásica urdió una mitología personal de nuevas divinidades en lugar de rendir culto a las grecorromanas, y porque, en una época romántica desdeñó o relativizó la naturaleza.» En cuanto a la estética, la iconografía blakeana se acerca más a Miguel Ángel o a Durero que a Rubens, van Dyck, o Reynolds. Los dos elementos formales de mayor fuerza son el fuego y el viento. Las figuras musculosas, los cuerpos retorcidos, las expresiones cargadas de dramatismo, los seres monstruosos o divinos, todo ello compone un universo pleno de imaginación creadora y de fuerza vital.

Ni su manera de grabar era la clásica, aunque comenzó aprendiendo el oficio y de hecho, vivió –malvivió- de ello, ni su manera de dibujar seguía los modos y las modas del momento, por lo que fue marginado de las academias y de los círculos más elevados del arte en su país. Afortunadamente, sobrevivió gracias a diversos mecenas y amigos que le procuraban encargos y que le ayudaban mientras se dedicaba a su propia obra. Su esposa Catherine, analfabeta a la que hubo de enseñarle a leer y escribir, le apoyó fielmente durante toda su vida y le siguió en sus desplazamientos, pero no tuvieron hijos.

Como el autor del libro resalta, la mayor parte de la vida de Blake está sumida en la oscuridad. No tenemos documentos, datos, apenas cartas…, todo ello ayuda a la creación de una leyenda, y más cuando el personaje resulta ser un «muchacho divino» convertido en artista, según su primer biógrafo Gilchrist; un visionario ―o así nos lo presenta Yeats ― que habla con los personajes bíblicos como si charlara con cualquier visitante de carne y hueso; un profeta del amor libre y antimoralista, según Swinburne; un amigable pintor, según John T. Smith; un genio esquizoide, según Allan Cunningham; un hereje de maneras suaves, según Tatham. Muchas facetas en una sola persona. Probablemente, según el autor, Blake no sea ninguno de ellos…o todos a la vez.

Este ensayo biográfico presenta muy acertadamente la vida y la obra de Blake, incluyendo largos poemas intercalados con múltiples reproducciones de grabados o acuarelas que ilustran el libro. Lo enmarca en la época que vivió, relacionándolo con los artistas del momento, y finalmente, con aquellos en los que dejó su huella, no solo en los años siguientes a su muerte sino en los siglos posteriores.

En este sentido destaca el amplio capítulo dedicado al estudio de la larga influencia de Blake en múltiples campos del arte y cultura contemporáneos, principalmente cómic, música y películas, pero también videojuegos, ballets. La iconografía blakeana ha dejado una impronta inevitable en el cómic. Por poner un solo ejemplo, ¿quién no ha leído y visto Watchmen, con el inmenso personaje del Dr. Manhattan, que parece salido directamente de un grabado blakeano? También la poesía y la mitología de Blake es recurrente en las letras de las canciones pop desde Ginsberg, Dylan y una larga lista. ¿Quién no ha escuchado las canciones de Dylan, a los dos Morrison (Jim y Van) o a Emerson, Lake & Palmer? Y en la literatura contemporánea, más o menos gore o gótica, solo por poner un ejemplo, ¿quién no ha leído El Dragón Rojo o El silencio de los corderos de Tom Harris? Y si hablamos del cine, que mezcla imagen y texto, ¿quién no ha escuchado a Rutger Hauer pronunciando versos de inspiración blakeana en Blade Runner? Sin embargo, yo añadiría, para poner mi granito de arena al conjunto, a Jim Jarmusch, que utiliza el nombre de William Blake para el protagonista (Johhny Depp) en el filme Dead Man.

En suma, un artista que no reconocido como merecía por sus contemporáneos, que no supieron ver la grandeza de su obra, y que han tenido que ser la Historia y el Tiempo los que han mostrado con creces la valía y la importancia de un artista que rompió con los esquemas del momento y que vivió por delante de su época. Su propia esposa afirmaba que apenas podía disfrutar de su compañía, ya que siempre «estaba en el Paraíso». Un paraíso que Justino Balboa nos presenta con un texto excelente, detallado, claro y muy bien escrito.

Ariodante

FICHA DEL LIBRO

Título: William Blake. Un extraño en el paraíso | Autor: Justino Balboa | Editorial: Ártica | Páginas 276 | Precio 24€ | Reseñado por Ariodante

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