Hotel Dorado - Alberto Gimeno


Cuando en una novela se combina el talento y la pasión surgen ejemplares tan valiosos como Hotel Dorado. Alberto Gimeno (Valencia, 1953) ha realizado un ejercicio literario extremadamente complicado: darle verosimilitud a una de los obras maestras del tebeo español, 13 Rúe del Percebe. Lo ubica en el barrio de la Barceloneta de la Ciudad Condal y lo data en 1963. Es decir, se decide a meterse en un traje que no sólo no es suyo, sino que pertenece a los payasos del circo y cuando sale a escena, sorprendentemente, le queda más elegante que al mismo 007.

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Hace falta tener mucho talento para insuflar vida en la veintena de personajes planos con los que tanto el autor valenciano como muchos españolitos nos divertíamos allá por los sesenta y setenta, dotarles de un pasado verosímil y transportarlos espaciotemporalmente a la finca número trece de una calle que en la novela no tiene nombre. No sólo eso, sino que los combina magistralmente haciéndoles interactuar de forma paulatina, sin prisas, gustándose en los detalles y en las conversaciones, extrayendo de ellos la humanidad que todos tienen.

Cuando leíamos el tebeo todos los habitantes de estas diez casas más una alcantarilla nos parecían personas inmutables, casi nacidos con sus características propias, pero Gimeno desmonta esa infantil idea. La situación de ellos es fruto de una trayectoria vital tan variopinta y extraña que precisamente por eso resulta creíble. El destino les ha ido moldeando y machacando hasta convertirlos en el grupo de perdedores que tanta risa nos proporcionaban. Gracias al autor, conocemos esa perspectiva, los porqués de cada uno de ellos; y no de pasada ni por cumplir, sino prolijamente, abundando en los sentimientos, acercándose al drama, que como todo en aquella época estaba a dos centímetros de la alegría.

Gimeno nos ofrece una trama en dos etapas, la primera más amplia y descriptiva toma como personaje hilador a Walter, un americanito hijo de brigadista internacional que mandado por GM viene a estudiar el estilo patrio para colocarnos algo mejor que un seat 600. Sus huesos darán con la finca y la situación adquiere una efervescencia útil para conocer a casi todos los personajes. Y eso es por que al último protagonista, el habitante de la alcantarilla no lo conocemos hasta la segunda parte de la trama, que es cuando el generalísimo visita Barcelona y Walter se convierte en el principal sospechoso de un intento de atentado.

Con una pasión especial, demostrando el gusto tanto por el modelo del tebeo como por el buen hacer literario, el valenciano consigue hacernos disfrutar tanto en cantidad como en calidad, reír a mansalva con los menús de la Murciana y dolernos con los dramas de Matías, el de la buhardilla y los problemas personales del sastre, sufriendo con la mala vida de Dora, la hermana fresca de los tres terremotos del tercero derecha, para al final llorar o casi por el drama de Rufino, el del colmado y su pariente subterráneo.

Para quienes tachan de inverosímil partes de esta novela, únicamente un recadito, seguro que no pasaron su niñez en un sitio parecido en aquella época. Si lo hubieran hecho sabrían que Gimeno es casi hiperrealista.
Resumiendo, una sorpresa más que agradable, magnífica, bien hecha, cuidada desde la profusa documentación hasta la jerga de aquel tiempo, mimada en la situación histórica… y todo eso para darle vida a un tebeo. Gran trabajo que merece nuestro reconocimiento.

Si les gustó 13 rúe del percebe, les encantará Hotel Dorado.

RESEÑA OFICIAL DE LA EDITORIAL

Barcelona, año 1963, finales de abril. Walter, un ingenuo joven norteamericano, llega a la estación de Francia con un encargo preciso de la General Motors: aprovechar sus conocimientos de la cultura y la lengua española para efectuar un trabajo de campo que sirva de base para la fabricación de un coche que compita con el Seat 600. A los quince minutos de descender del tren, todos sus planes se truncan: una manifestación de protesta por el fusilamiento de Julián Grimau. Cargas policiales. Carreras. Una huida a ciegas por las callejuelas de la Barceloneta, el equipaje y su documentación dejados atrás y de repente la pensión HOTEL DORADO, surgida como por ensalmo de entre las sombras, el número 13 de la Rúe del Percebe, el portal como una madriguera, el anuncio de unas habitaciones, el ascensor diabólico, la caída por el hueco de la escalera, su despertar en una cama extraña, malherido, indocumentado, prisionero... Con el avance de la trama, el humor implacable que impregna tanto el retrato como las peripecias de los peculiares personajes, se irá transformando en un demoledor parte de bajas de los sueños y ambiciones humanos que culmina con la sobrecogedora aparición del genio recluso en las cloacas. Asimismo, los gozos y las sombras de una ciudad, de una época, se irán filtrando entre los intersticios del edificio hasta componer un retrato de la urbe diametralmente opuesto al de los mitificadores de la Barcelona de los años sesenta. Una novela ejemplar en el sentido más cervantino de la palabra: la vida es una experiencia inversamente proporcional al prurito de nuestros anhelos, un castillo de naipes por el suelo de cuyo derrumbe no se libran ni los seres nacidos en el reino de las viñetas más sagrad
as.

Ficha del Libro / Vídeo del Libro

Título: Hotel Dorado | Autor: Alberto Gimeno | Editorial: Saymon | Páginas: 480 Precio : 25,50€

Comentarios

Anonymous ha dicho que…
Desde luego si cuando leíamos de pequeños 13 Rue nos hicimos alguna pregunta sobre la vida real de los personajes, Alberto Gimeno nos ha dado todas las respuestas, sacando a todos y cada uno de ellos de las páginas de Ibáñez y poniéndoles en la vida real, dándoles un pasado y porqué no un futuro.
Recuerdos y asociaciones de infancia, historia, realidad social y un rico vocabulario que no solo nos hace querer y reconocer la época si no que nos recuerda la riqueza de un idioma como el nuestro a lo largo de sus páginas.
Gracias Alberto.
ESTHER REDONDO
Anonymous ha dicho que…
Qué me vais a decir a mi, que fui personaje efímero de esa novela en tiempos de su perezosa y suculenta creación. Asumí la condición de palabra difusa que iba de boca en boca ensuciando la pequeñez de unos labios y la demora de otros. Ubre fuí y axila esquiva, pantalón sin vueltas y camisa relavada, ojal prematuro y pelo revuelto. Conjeturé pasillos, cual Borges esquinado y me encontré en algún recodo la mirada sin pausas de Alberto buscando el tic tac de cada personaje.
JF Escudero
Anonymous ha dicho que…
Pasó Vainica que yo era todos los personajes y ninguno. Que la génesis de Hotel Dorado coincidió con una subida de tensión mundana en la que estuve, como amigo, a veces como poeta y casi siempre como mendigo de más historias como aquellas.
JFEscudero